Combinamos con Julián para salir a correr algunas olas, así que nos despertamos milagrosamente a las 8:00 de la mañana para desayunar frutas varias, galletitas, leche achocolatada Nescau 2.0 (que está buenísima), y salir inmediatamente a tocarle el timbre a Julián. Fui caminando, porque Julián vive a una cuadra y media de nuestro edificio. Cargamos la tabla de surf en el auto, pero salimos sólo Hernán y yo. Julián se tuvo que quedar acompañando a su novia, que no se sentía bien.
Acordamos encontrarnos más tarde en “Barra da Lagoa” (o alguna playa por el estilo). Lo bueno de Barra es que hay olas durante todo el año. Su oleaje es de un tamaño ideal para divertirse y practicar los primeros días. Si bien las ondas no son grandes, tienen buena tracción y generalmente hay una derecha muy pareja del lado de la desembocadura. La tabla de Julián es un sueño hecho realidad. Parece uno de esos perros de caza entrenados, es una máquina asesina de correr olas; con sólo decirle “ola”, te sube a la ola, te para sobre ella y te lleva hasta la costa casi automáticamente. No hace falta decir que nos quedamos ahí todo el día 🙂
Estos lugares te obligan a replantear el lugar en donde vivís y la manera en que nos sacrificamos viviendo lejos del mar. Imaginate saliendo del trabajo para encontrarte con una interminable sucesión de ondulantes compañeras siembre bien dispuestas… suena tentador… Es que lo es. Después de devorar los kilos de frutas que había llevado a la playa, me quedé en el agua hasta entrada la tarde. La temperatura no podía ser más agradable, y fui feliz por un rato.
A la tarde, pasamos por Jurerê y atravesamos el monte que la separa de Praia do Forte para ver el atardecer del otro lado de los montes. Volvimos a Canasvieiras para comer algo, y justo cuando estábamos a veinte metros de la pizzería, se les cortó la luz, así que caímos en un restaurante donde Hernán pidió un Frango grillé y yo ordené un Pollo Parmigiano. Trajeron un pollo, y no sabíamos de quién era, así que lo atacamos sin piedad por ambos flancos. Al rato llegó el parmigiano, y estaba buenísimo, tenía un par de quesos, salsa de tomates, arvejas, jamón y especias. Todo este despliegue culinario estaba acompañado por el infaltable arroz, papas fritas, una ensalada de verduras y un DVD de ataque ochentoso que entre sus grandes éxitos rememoraba la gloria perdida de Europe con su tema Carry, Bonnie Tyler con “Eclipse total de corazón”, “Dolor en el corazón” y muchos otros hits que es mejor volver a olvidar. Para cerrar la noche (y como si lo anterior fuera poco) “We are the world” de USA para Africa, con el difunto amante de los niños Miguel Jackson (Dios lo tenga en la gloria y no lo suelte). Para ese entonces, el sillón de casa me estaba llamando en código morse (-. - -. .. -. - -. .. -.. -.. ‘..)